Te duermes a mi lado.
Caes silenciosamente en ese mundo
donde yo puedo ser alguna remota conocida,
una compañera de banca de parque
o la amante que acabas de dejar
para evadirte a esa región donde, mutuamente,
nos privamos de la palabra.
Me conmueve verte dormido,
hundido en las sabanas con el abandono del sueño,
enigmáticamente encerrado en tu cuerpo.
También yo me dormiré y,
entonces quizás te despiertes y pienses
esto que yo estoy pensando,
tal vez me imaginarás enredada en algún árbol
enmarañado de los que sabes que me encantan
y me quieras alcanzar tocándome, sacándome
del mutismo de estación de radio apagada,
volviéndome a traer hacia tu lado,
hacia el amor que nos dio el sueño.