Homero Aridjis
Un río carnal abre los muslos. Perséfone se abre como una
escalera estrecha y empinada. Perséfone ríe al borde sus
fibras nerviosas. Navegan barcos por mar desconocido.
Navega un dios en sí mismo enlazado. El cuello de los cisnes
en un solo cuello. Perséfone me mira como yesca que acecha el fuego.
Pone los codos sobre las rodillas, mete la cabeza entre las manos.
Se sienta en sus cojines suaves. Se sienta sobre un lecho que
por las arrugas de las mantas parece un trono rudo.
Mis manos friccionan con ardor sus miembros. En sus miembros
se confunde lo blanco de su piel, lo rojo de su ardor.
A sus miembros que fricciono llegan su silencio, su emoción,
sus gestos. Un mismo calor anima su corazón, sus pies,
sus dedos. El fuego le abre el cuerpo, igual que un incendio
descubre en una casa muchas ventanas, muchos ojos.
Igual que si se hubiera vuelto su interioridad hacia afuera,
y un color propio la recorriera matizando sus rasgos. Me adentra.
No pienso. Mis sentidos despiertan. Oigo mi cuerpo, oigo su cuerpo
enredarse en el mío. Crecen los dos, enmudecen, maduran,
se avejentan, mueren. Oigo el eco de su desaparición,
de su nacimiento. Oigo. Que no están, que llegan, que se van.
Siento su cuerpo. Toca con mil poros abiertos a mi piel.
Me roza con mil manos y muslos. Me roza con pedazos de
carne que se labia, se hiende. Mojándome. Huelo su origen.
Su deseo. Su ceniza. Sus cabellos húmedos de mis cabellos.
Su roce que es mi roce. Veo la palabra que no dice en su lengua
curvada, alargada hasta mi lengua. Su sexo que entraña mi sexo.
Sus pies extendidos. Su movimiento sacando chispas
de las sábanas con las caderas. Su hundimiento en el colchón.
Su levantarse y caer y sonar. La oscuridad momentánea de su boca,
de sus axilas, de su cuello y sus brazos. Llena mi ver una rodilla.
Un brazo. Un ojo. Un cabello entre mis labios. Un trozo de muslo.
Un pedazo de vientre. El ombligo. Sus cabellos. Su ombligo.
Su cara vuelta a la derecha. Su cara vuelta a la izquierda.
Su mentón apuntando hacia arriba y hacia abajo.
Su cuerpo recogido. Su cuerpo diagonal. Su oreja. Sus cabellos.
Su sexo. Su boca que se ahonda y se ahonda, que se sumerge
por adentro de ella, que cae y cae, toca mi sexo, sube por mi cuerpo,
se convierte en mi boca que la besa, en su boca que se ahonda.
Y cae en mí, y cae en ella.